
Es humano que las ideas personales que se nos ocurran las consideremos importantes, quizás geniales o inimitables. Es difícil que veamos defectos importantes al enfoque empresarial de nuestro proyecto de negocio.
Es humano también que nos encariñemos profundamente con aquello que personalmente hemos engendrado, aunque se trate de una idea o un proyecto y que consideremos un efecto de la envidia o del desconocimiento los comentarios negativos que un tercero pueda efectuar sobre nuestra idea. Incluso, cuantas más vueltas le demos en nuestra mente, corremos aún más el riesgo de subestimar los aspectos negativos y sobrevalorar los aspectos positivos. Si caemos en estos defectos comenzamos mal.
El análisis inicial de la idea lo debemos efectuar personalmente, pero con objetividad y realismo, sin engañarnos consciente o inconscientemente.
Es más positivo para el proyecto y nuestro futuro que apliquemos un coeficiente de sensibilidad negativo en nuestro análisis, que adoptemos una postura mental con precauciones máximas, que profundicemos en los extremos con un cierto grado de debilidad en nuestro proyecto empresarial.
Es preciso animarse y cargar las pilas de nuestra voluntad para iniciar una actividad empresarial, pero nunca debemos cerrar los ojos a los problemas y descuidar nuestros puntos débiles. El orgullo, el amor propio, etc. no deben ser nuestros consejeros sino la objetividad, el realismo y el pragmatismo.